Cultura política

Estoy convencida, como dice Julia Sevilla, de que las mujeres no tenemos  la misma cultura política que los hombres ya que «la exclusión histórica de las mujeres de la vida política y su relegación a la vida privada ha conducido a diferencias entre los hombres y las mujeres en el plano de valores e intereses». Y no solo estoy de acuerdo con ella en esta afirmación, sino también en el hecho de que de la mano de las mujeres debe venir un enriquecimiento de la cultura política gracias a esos otros valores y prioridades. Entre esos valores que nombra ella, y que se nombran en general cuando se habla de las mujeres, están el diálogo, la justicia social, una dimensión ética en política, una capacidad de establecer prioridades, una conciencia del valor del consenso, así como una facilidad de alcanzar acuerdos gracias a un más desarrollado sentido de la solidaridad social.

Pero a la cultura política, incluso a la forma en la que las mujeres podemos y debemos enriquecer la cultura política, debemos añadir esa otra cultura política que llamamos cultura de partido. Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en la coordinación del Partido con las Instituciones en las que gobierna. El PSOE marca unas políticas determinadas en distintas materias y lo hace, entre otros, a través de las Ponencias Marcos, recomendaciones o de los programas electorales. Después, el Partido elige a unas personas para que representen esa ideología que se ha marcado previamente. Y es el Partido, así en mayúsculas, quien velará, a través de sus órganos de poder interno, para que dichas políticas sean puestas en práctica. Pero no solo a posteriori, lo que le dejaría un papel de puro controlador, sino también a priori, coordinando lo que podríamos llamar «la estrategia política».  En cuanto a dicha estrategia y en función de los valores antes mencionados, las mujeres tenemos más y mejor andado el camino que los hombres para que dicha estrategia se produzca. Al menos así debería ser.    

Es imprescindible, por tanto, que las mujeres podamos influir para que efectivamente esos valores de los que hablábamos se lleven a la cultura política, y dentro de ésta, a la cultura de partido. Y se conseguirá y saldrá fortalecido el PSOE si nosotras los aplicamos. No debemos perdernos en el duro camino del aprendizaje de lo que hasta ahora se ha entendido por cultura política. De ésa estábamos excluidas. Ésa no es la nuestra. Y si aprendemos la existente y nos olvidamos de nuestros valores no conseguiremos ningún cambio del que sentirnos orgullosas como mujeres con valores de mujeres.  Debemos aplicar y desarrollar todos esos valores y algunos más que vendrán muy pero que muy bien a la cultura política, es decir, a la forma de hacer política y, sobre todo, de ejercer el poder. El poder: el quid de la cuestión.