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El feminismo ante la crisis

Me han publicado en Diario SUR el  artículo  El feminismo ante la crisis.

El feminismo, es decir, la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, en tanto que planteamiento filosófico y político, debe ser tenido en cuenta en el nuevo modelo productivo planteado como solución a la crisis para que sea una solución verdadera y justa. María Pozos en su artículo “Frente a la crisis económica: el papel de la igualdad de género en un New Deal global afirma que “La crisis actual proporciona una oportunidad única de poner los medios para evitar los errores que nos han conducido hasta esta situación y organizar la economía global conforme a un modelo productivo, solidario, ecológico y demográficamente viable. Para estas transformaciones la igualdad de género es crucial.”

Partiendo de la base de que lo que se plantea es una utopía realista, de lo que se trata es de tener claro el diagnóstico, aplicándole la perspectiva de la necesaria igualdad entre hombres y mujeres a las soluciones. Analizando solo tres aspectos, a saber, la diferente situación del mercado laboral, de la organización del tiempo y de lo que conlleva la independencia económica, podemos ser conscientes de que no podemos obviar a la mitad de la población si tenemos el objetivo claro de ser una sociedad plenamente democrática y con capacidad de responder a los nuevos retos que se plantean.

Si la situación del desempleo es dramática, la de las mujeres lo es mucho más. El estado de la cuestión es el siguiente: hay más paro de mujeres que de hombres, las mujeres cobran menos que los hombres,  registran mayores tasas de temporalidad, de contratos a tiempo parcial y subempleo; son mayoría en todas las categorías más desprotegidas de personas desempleadas, es decir, las que buscan el primer empleo y las que han trabajado anteriormente y llevan más de un año sin trabajo.  Como consecuencia de todo ello sus pensiones son más bajas (alto porcentaje de las mínimas y las no contributivas) lo que genera un mayor riesgo de pobreza para las mujeres mayores.

En este sentido, tenemos la obligación de aprovechar todo el capital humano disponible, garantizar el acceso al empleo de las personas más cualificadas y con mayor nivel de formación, procurando que éstas se sitúen en el puesto que les corresponde según su capacidad y experiencia, y eliminar las diferencias de roles y los prejuicios existentes que impiden un funcionamiento eficiente de los mercados de trabajo. Esto se traduce en acciones como la eliminación de las barreras para el acceso al crédito de las mujeres, la supresión de todos los incentivos para la permanencia de las mujeres en el hogar o en la economía sumergida (declaración conjunta en el IRPF, incentivos al tiempo parcial, excedencias no pagadas, prestación por cuidadoras en el entorno familiar, pensión de viudedad vitalicia, etc…) o las acciones de discriminación positiva en profesiones altamente masculinizadas.

El segundo aspecto de análisis tiene que ver con la organización del tiempo. La famosa doble o triple jornada de las mujeres está contribuyendo al envejecimiento poblacional en los países desarrollados.  Apoyar la producción sin hacerlo con la reproducción y lo que ésta conlleva va a tener como resultado que cada vez haya menos nacimientos que sustenten esa producción. Es necesario por tanto ofrecer a las familias las condiciones que les permitan optar  a la procreación de manera que las mujeres no tengan que renunciar a su profesión y adoptando las medidas que posibiliten su cambio de rol en el ámbito privado. Esto se traduce en permisos por nacimiento y adopción iguales e intransferibles para ambos progenitores; universalización del derecho a la educación infantil pública y asequible desde los cero años y racionalización de los horarios.

Por último, abanderar un modelo productivo basado en la igualdad de género en el que hombres y mujeres contribuyan en condiciones de igualdad implica un cambio de valores en la sociedad. Una mayor independencia económica de las mujeres  contribuye, aunque no elimine totalmente, al cambio de roles hombre/sustentador/dominante y mujer/dependiente/sumisa lo que constituye la raíz de la violencia de género. Se fomentará así la cooperación entre iguales en lugar de la dominación existente actualmente.

Históricamente socialismo y feminismo han tenido y tienen un camino común y unos objetivos comunes en torno al valor de la igualdad. Desde el socialismo asumimos el feminismo como movimiento político transformador del cambio de valores en la sociedad y generador de derechos. Desde esa convergencia estamos convencidos y convencidas de que, para conquistar el futuro, para ser un país líder en esta nueva sociedad del siglo XXI, son requisitos imprescindible incorporar el talento y la capacidad de las mujeres al mercado laboral, conseguir una mejor organización del tiempo y contribuir a un modelo social libre de violencia.